viernes, 6 de agosto de 2010

Casa

El camino hasta ella no fue cómodo, en parte por la maleta y en parte por mis sandalias; pero era bellisimo, los escalones de piedra, las plantas alrededor, las cabañas medianas y grandes por todos lados, la maravillosa vista de las montañas.

Cabaña 66, no estaba dotada de una magnifica vista como la 70 pero aun así tenia su encanto, estaba un poco mas separada debido al camino por donde circulaban los autos.

Mientras él revisaba que todo estuviera en orden y aprendió a cerrar la puerta con la rustica llave, yo me dedique a explorar la cabaña. Era pequeña y perfecta; una sala pequeña frente a la chimenea, la barra de la cocina con cuatro bancos altos, una estufa y un pequeño refrigerador, el baño era amplio y la habitación perfecta. Una cama abarcaba gran parte de ella, tenia un closet pequeño y un espejo. Cuando nos quedamos solos volví a sentir que estaba soñando.

Después nos dimos un baño, nos cambiamos y fuimos por algo para cenar al kiosco del hotel, emprendiendo de nuevo el camino empedrado al que ya empezaba a adaptarme. Las luces de las cabañas ocupadas empezaban a encenderse y algunos grupos se reunieron en la zona de fogatas para pasar el rato.

Cenamos ahí, en una mesa pequeña rodeada de plantas, flores, escalones de piedra y cabañas hermosas. Rodeada de vida.

Mientras íbamos de regreso a la cabaña yo aun no lo podía creer, incluso le pedí que me pellizcara, todo aquello era demasiado bueno para ser realmente cierto, pero así era.

Una vez de vuelta en nuestra cabaña, él encendió la chimenea y nos quedamos en la sala viendo una película junto a la chimenea. Afuera ya estaba oscuro, solo se oía ocasionalmente a algunas personas que pasaban por ahí en el camino a sus cabañas.

El calor del fuego me provocó un poco de somnolencia, aun seguía con un poco de incredulidad pero me sentía segura, sabia que nadie nos molestaría ó interrumpiría, no habría llamadas de nuestros padres, no había horarios, ni prisas. Éramos solo él y yo. Juntos y solos por tres días.

En eso pensaba cuando note que ya no prestaba atención a la película, así que mejor nos fuimos a la habitación. Aquello era aun mejor que mi fantasía; oscuridad, clima un poco frio, una cabaña con chimenea, un bosque cerca de nosotros, nadie más excepto él y yo.

Como dije, no teníamos mucha conciencia con los horarios ya que los celulares eran dejados en cualquier lugar de la cabaña. No sé bien a que hora nos dormimos, no me interesaba saberlo.

La parte mas anhelada de este viaje estaba a punto de ocurrir; si, es cierto que estábamos ansiosos también porque este viaje seria solo de nosotros, para levantarnos y dormir a la hora que se nos antojara, para comer lo que quisiéramos.

También lo esperábamos con ansias por la libertad que experimentamos, porque pudimos desconectarnos de todo (bueno casi), pero una de las razones más importantes es lo que había

descrito con anterioridad:

“Un par de días enteros junto a él en Mazamitla, en una cabaña como siempre lo he soñado, sin preocupaciones de que lleguen mis padres, de que él tenga que irse, sin nada de eso; podría dormir profundamente en sus brazos, sin duda alguna.”

Dormiríamos juntos, y no serian solo unos segundos o unas pocas horas; no, serian dos noches.

Estuvimos platicando un poco hasta que nos llegara el sueño y poco antes de que eso ocurriera él me canto mi canción favorita, la primera que me canto.

Estaba, sin duda alguna, en mi lugar feliz, mi universo perfecto. Debido a mi inquietud nocturna no pude dormir toda la noche abrazada a él pero no me importo, lo podía sentir, podía oír su

respiración, podía darme cuenta de cómo sus brazos me buscaban y… podía escuchar un poco de lo que él soñaba.

Aun estaba oscuro cuando abrí los ojos y lo primero que distinguí fue a él, y me asuste un poco pues aun estaba zombi. Después concilie un sueño bastante ligero, así que podía oír unas cuantas palabras arrastradas que salían de su boca, me acerque a él y vi que sonreía y en más de una ocasión dijo mi nombre acompañado de un “te amo”. En ese momento me sentí mucho mas apegada a él, lo abrace con cuidado de no despertarlo y le di un beso en la frente. Pero evidentemente su sueño era igual de ligero que el mío porque abrió sus ojos, me sonrió y me abrazo también.

De nuevo no supe a que hora me quede dormida, creo recordar que me levante un par de veces al baño bastante zombi. Solo recuerdo haber abierto los ojos y escuchar ese “buenos días amor” que tanto había soñado.

El sábado empezaba apenas, excelente, todo un día con él, wiiii! La noche anterior habíamos pedido que nos llevaran el desayuno a las 11 de la mañana, el cual no llegó. Tuvimos que ir al kiosco a recordarles el pedido.

Una vez que desayunamos salimos de la cabaña para ir a montar a caballo, algo común para los visitantes de Mazamitla. Aquella idea me gustaba, hasta que vi el caballo, hasta que estuve montada en él. Era bastante dócil pero yo realmente no quería hacer ese viaje, pero ya habíamos iniciado el camino así que me adapte lo mejor posible.

A él no le toco un yegua tan dócil como mi caballo, así que él hizo el recorrido como su yegua quiso. Al principio me enoje cuando ya no lo veía delante de mi, solo podía escucharlo a lo lejos. Y después me asuste…me asuste mucho cuando vi lo horrible del camino, cuando note el cansancio del caballo y cuando vi que estaba sola.

Cuando llegue a la cascada echaba fuego por los ojos, estaba aun asustada y molesta por el calor, además me dolían las piernas y estaba segura de que me saldrían moretes por la silla de montar.

A él le gusto la cascada, era bonita no lo niego, y especial pero yo con el genio que había adquirido en el viaje hasta ella no la encontré por demás excepcional.

Y con toda la resignación posible volví a montar el caballo lista para regresar al punto de partida. Al cual no llegamos a caballo, ya que él prefirió bajarse de esa yegua que no lo obedecía y yo hice lo mismo por mi propia comodidad.

¿Mala idea? Jajajaja, tal vez pero sin duda fue toda una experiencia, por lo menos no nos quedamos con las ganas. De regreso en nuestra cabaña nos bañamos y nos arreglamos para ir a cenar al pueblo, pedimos un taxi pero el cansancio me quería vencer y yo no oponía mucha resistencia; el paseo a caballo me había dejado exhausta, el genio ya se me había pasado pero el cansancio no pues a él le costo algo de trabajo lograr que saliera de la cama.

En el pueblo, cerca de la plaza encontramos un restaurante donde cenar, un muy buen lugar.

Durante la cena estuvo contándome como se habían conocido sus padres y sus abuelos. Después fuimos a dar una pequeña vuelta a la plaza y a buscar un taxi que nos regresara a casa.

Si, no fue un error, no confundí cabaña con casa. Esa cabaña ahora era mi casa, mía y de él. Por lo menos era el lugar donde me sentía feliz, más feliz de lo que había sido en 21 años de vida.

Esa noche la chimenea prendió un poco mas ya que pedimos una carga extra de leña, además nos quedamos frente a ella viendo un capitulo de House y asándonos.

Volvimos a dormirnos, de nuevo me levante al baño varias veces y hasta recibí un codazo de parte suya; pero sin duda estábamos felices de estar en la misma cama pero yo seguía siendo yo después de todo, y los traumas se trasladan con el viajante. Me desperté de golpe, asustada a más no poder por esa pesadilla que había sido tan real.

Lo desperté y él trato de calmarme, en cuanto lo vi me abrace a él con fuerza; estaba bien, solo había sido un sueño. Una pesadilla quizá provocada por las actividades del día anterior. Lo deje en la cama, me vestí y salí a sentarme en la pequeña banca que estaba fuera de la cabaña. Hacia bastante frio pero eso me ayudo a calmarme. Volví adentro y me quede un rato en la sala mientras pensaba que ese era nuestro último día en casa. Pronto deberíamos empezar a guardar nuestras cosas en las respectivas maletas; las visiones de nuestra ropa junta en el closet, nuestros zapatos y un poco de ropa regados por distintas partes de la sala, las toallas del baño y nuestros cepillos de dientes juntos serian solo recuerdos. No, no quería pensar en eso, sabia que ocurriría pero no quería darme cuenta, no me interesaba darme cuenta.

Volví al cuarto y lo que vi hizo brotar de nuevo y con mayor fuerza ese sentimiento de apego; Andrés se había quedado en la cama “ahorita te alcanzo” me había dicho cuando salí de la cabaña para calmarme, yo sabia que eso era muy improbable así que no me moleste. En ese momento me alegre de que no me hubiera seguido, me alegre de que él se hubiera quedado ahí en la cama. Estaba tapado de la cintura hacia abajo, tenía una mano sobre su pecho y la otra cerca de su cabeza. Su expresión era pacifica, sumamente tranquilizadora.

El baño de ese día fue divertido, sobre todo con el empujón que me estrello contra la jabonera jajajaja.

Pero en resto del día no fue precisamente feliz. Después del baño todo aquello que se había borrado volvió a aparecer; celular encendido y horarios. A las 3 en punto terminaban nuestra estancia en la cabaña. Ahora no quedaba más que vestirnos y recoger nuestras cosas.

Si, fue difícil, al menos para mi, era como si ese “nosotros” ahora se viera obligado a convertirse en un “tu” y un “yo”, después de tres días de ser uno mismo.

No quería irme, volvió esa sensación de estar soñando y conociéndome, los sueños se olvidan. “No, no quiero olvidar esto jamás”, le pedí que sacara sus dotes de fotógrafo profesional por toda la cabaña. Y él me hizo caso, sin exagerar, cuando digo todo, es todo.

Estar afuera de casa, con nuestras maletas al lado mientras esperábamos que el chico de naranja saliera de ella y confirmara que todo estaba en orden fue muy difícil. Todos y cada uno de los

minutos que pasamos ahí dentro se congregaban en mi cabeza, llenándola de recuerdos y exigiendo quedarse. “Lo sé, tampoco quiero irme de casa.-le dije a esa vocecita en mi cabeza-volveremos algún día”.

Él fue a recepción a recoger el dinero de nuestro pasaje de regreso y comimos en el kiosco antes de partir, una camioneta nos recogería ahí y nos llevaría hasta la central de autobuses. Al terminar de comer, Andrés siguió tomando fotos y yo seguí intentando escanear todo lo que veía y sentía. Había sido sin duda el mejor fin de semana de mi vida y ahora llegaba a su fin. La camioneta llego y nos despedimos con un gesto de la mano de las personas que atendían el kiosco. Salimos del hotel y pronto llegamos a la central, compramos los boletos y poco después subimos al autobús.

- Siempre supimos que esto iba a pasar- me dijo. Yo lo mire, asentí y no dije nada, podía ver en sus ojos que él se sentía igual que yo. “Si, lo sabíamos. Pero eso no lo hace más llevadero ni aceptable”. Pensé cuando el autobús salió del pueblo y tomó la carretera que nos regresaría a la realidad.




miércoles, 4 de agosto de 2010

¿Por que eres asi?

¿Porqué siempre me arruinas los dias perfectos?, ¿porqué yo tengo que tolerar tus malos dias y tu no puedes bancarte un mal dia mio?

Desde el inicio fue asi, hay cosas que no se pueden olvidar porque el paso del tiempo hace que duelan mucho mas.

Mi dia perfecto se arruina al llegar a tu casa, al mirar tu cara de enojo por algo que yo no provoqué, algo de lo que ni siquiera tengo idea; algo que hara que me hagas llorar.

Y me llena de coraje que me arruines los dias como estos y que te la pases quejandote de como soy yo; tu jamas has oido un reclamo mio por como eres, yo te acepto y tolero como eres...¿porque no haces lo mismo conmigo?

"¿ Porque eres asi?" Hace tiempo deje de preguntarme eso, no hay respuesta...al menos no para mi, es algo que jamas sabre.

Esa es ahora tu pregunta preferida hacia mi " ¿Porque eres asi?", no habia respuesta para ti tampoco, no la encontraba y me hacia daño no poder respnderte, no entender porque soy asi: tan respondona, tan rebelde, tan distinta a ti....

...ahora tengo una respuesta; soy asi porque tu me hiciste asi. Tu con tus criticas me obligaste a estar siempre a la defensiva, tu con tus regaños y mentiras sobre mi me obligaste a contestarte para defenderme;tu con tus castigos y prohibiciones absurdas me obligaste a aferrarme a la poca libertad que tengo; tu con tu mania por querer obligarme a ser como tu me obligaste a llevarte la contraria siempre; tu con tu intolerancia a un mal dia mio me obligaste a jamas contarte nada; tu con tus prejuicios me obligaste a no tenerte confianza.

¿¡Porque soy asi!? Porque tu me obligaste a serlo mamá.