domingo, 7 de noviembre de 2010

Al fin juntos...


El viernes pasado tuve la oportunidad de volver a poner los pies en uno de mis lugares favoritos de mi ciudad, el viejísimo y famoso panteón de Belén, el cual mantuvo cerradas sus puertas al público aproximadamente tres años por restauraciones.

Anteriormente por una cantidad que no superaba los diez pesos (y los quince si llevabas equipofotográfico) podías ingresar y curiosear por los pasillos y tumbas hasta que se formaba un grupo considerable para que un guía te contara todas las leyendas del lugar mientras te mostraba las tumbas. Aquello era bueno…y malo, porque desafortunadamente muchos no aprecian y valoran la historia de este lugar al subirse o maltratar las tumbas.

Así que después de las restauraciones obviamente hubo cambios: ahora los recorridos con guías tienen horarios definidos y únicamente puedes caminar por los pasillos de gavetarios, el pasilloque lleva al mausoleo central y el que te lleva por el otro extremo; no puedes ya ir por tu cuenta a observar las tumbas, ya no te lo permiten si no es con un guía y el grupo.

Aquello no me gusto, aunque cada que iba a ese lugar salía jurando no volver siempre lo hacía, y una de las cosas que más me gustaban era después del recorrido ir y observar largo rato las tumbas, recordar en mi mente la leyenda de cada una y quedarme escuchando el canto de las aves que es lo único que se escucha en ese sitio.

Volviendo al viernes, nos toco entrar con un grupo de adolescentes preparatorianos y escandalosos, pero por suerte nos toco un buen guía. Él nos conto las leyendas que yo sé de memoria, las más comunes, las más famosas. Además de un poco de historia general del panteón de Santa Paula, que es su verdadero nombre y unas cuantas curiosidades.

Iniciamos con la leyenda de los Jean y Joseph Johnston, la pareja de escoceses que ayudaban a la gente que tenía menos recursos; después llegamos a la tumba de José Castro con su hermoso epitafio y después la tumba del famoso pirata.

Después ingresamos al mausoleo central observamos lo realmente alta que es la torre de este.

La siguiente tumba que vimos fue la del vampiro, vimos no es la palabra correcta, ya que dicha tumba es imposible de ver ya que está cubierta por el enorme árbol que forma parte de la leyenda. Otra que “vimos” fue la de la famosa leyenda “Volver a morir” de Victoriana Hurtado, quien sufría catalepsia y por la ambición de sus hijos fue enterrada viva. La siguiente fue la de Nachito, el pequeño que teme a la oscuridad y por eso su ataúd esta por fuera y custodiado por cuatro antorchas.

Finalizamos con la leyenda de un descendiente de las brujas de Salem.

Yo, fiel a mi costumbre, quería regresar y observar las tumbas pero al parecer no se podía, así que aproveche que Andrés fue al baño para recordar las leyendas que no nos habían contado (la del famoso señor cuya tumba solo tiene su fotografía y a asustado a mas de dos que lo han visto por las noches, la del joven apostador, la del chico que se colgó de un árbol, la del estudiante de medicina que se volvió loco por una apuesta, la del los ataúdes repletos de oro que nadie sabe con exactitud en qué tumba se encuentran y algunas mas) para acercarme a una de las tumbas y observarla, aunque claro, no paso ni un minuto cuando la encargada me dijo que ya no podía regresar yo sola.

-Si, bueno, es que tengo una duda. ¿Dónde está la tumba de los Castaños?

-¿Por qué no nos contaron la historia del joven apostador?- le pregunto una mujer que también estuvo en el mismo recorrido y que al igual que yo quería explorar mas el lugar.

-Depende mucho del guía- le respondió la encargada-. La tumba de los Castaños esta de aquel lado, cerca de la del vampiro, pero esa leyenda ya no se nos permite contarla. Ni tampoco la del joven apostador.

-¿Por qué?- preguntamos a la vez la mujer y yo.

-Porque este era un panteón católico y no se permitía entierro a las personas que se suicidaban y tanto el apostador como los Castaños se suicidaron.

Hum….malo, malo; esa leyenda era una de las razones por las que yo quería volver a visitar el panteón. Esa se convirtió en mi favorita desde la primera vez que me la contaron, cuando mi maestra de historia nos llevo de visita.

Así que no me quedo con las ganas; acá esta la (para mí) más linda, trágica y romántica leyenda del panteón de Belén, la llamada “ Al fin juntos…”:

José María Castaños estaba muy enamorado de Andrea que hasta ya tenían planeación de matrimonio, siempre acostumbraban a caminar desde la alameda hasta la plaza de armas. Al parecer todo iba perfecto, se veía que no había problemas en su relación, pero la realidad era otra, la distinción de clases, la familia de José era de muy buena posición económica, y la de Andrea Retés era humilde, y no conforme con eso la madre de José, se oponía a la relación, hacía lo imposible por separarlos, atreviéndose inclusive a sobornar a los padres de Andrea para que ellos la convencieran de que dejara a José, tanta fue la cizaña que las dos familias no podían ni verse.

La relación amorosa de la pareja iba en crisis, eran muy pocas la oportunidades de verse, un día se vieron en la alameda, entre lagrimas y sollozos, decidieron tomar la puerta falsa, sacando por conclusión que solo así podían estar juntos en el más allá, siendo que en la tierra nunca lo iban a lograr. Antes de que el sol se ocultara en el horizonte, encontraron los dos cuerpos ya inertes, tirados en el jardín de Aránzazu.

Como la familia de José tenía propiedad en el panteón de belén, ahí fueron sepultados. Mandaron labrar dos cruces entrelazadas encima de su tumba, como símbolo de esa unión inconclusa; así como una mayor para pedir perdón por el suicidio que los enamorados habían cometido. Sin embargo, a la madre de José no la dejaba el remordimiento tranquila, por que se reconocía como principal culpable de la muerte de la pareja, ni los rezos, ni las lagrimas, ni los gritos de dolor, no le servían para poder desahogar esa pena tan grande, muy guardada en su corazón. Decidida tiempo después fue a llevar un lazo nupcial hecho con flores naturales entrelazadas, con la esperanza de que al dar su ofrenda fuera perdonada del mal que había hecho; muy temprano llegó al cementerio y colocó ese vistoso lazo entre las cruces que estaban sobre la tumba, momento en que los pájaros e insectos dejaron de hacer ruido, y en ese pequeño lapso de sepulcral silencio, las flores se convirtieron en piedra ella comprendió al instante que había sido perdonada por la pareja; pero quizá no perdonada por Dios.

En 1996 , una rama tumbò y rompiò las cruces entrelazadas, pero los restos estan colocados en un un lado de la tumba, apreciandose las flores petrificadas.

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